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Foto publicada en Okdiario

Nuestra locura

Elvira Hernández Carballido
mayo 23, 2017
Opinión, Óyeme con los ojos
921

A propósito del Día del Psicólogo…
Nuestra locura, entre mitos y convicciones

 Para mi psicólogo más querido, mi hijo Baruch.
Para mi psicóloga por siempre, mi doctora Laura Loera

 

 

No me toques el brazo izquierdo.
Duele de tanta cicatriz.
Dicen que fue un intento de suicidio
pero ya no quería más que dormir
profunda, largamente
como duerme la mujer que es feliz
-Rosario Castellanos-

 

A PESAR que seis de cada 10 mexicanas sufre algún padecimiento mental como depresión, codependencia y baja autoestima o algún malestar emocional, la salud mental de las mujeres, no es prioridad para el sector Salud, prueba de ello es que no existe una sola política pública que atienda esta problemática que puede derivar en enfermedades como diabetes y obesidad, afirmó la doctora Alejandra Género.

Me pongo a explorar el tema influida por mi hijo que es psicólogo y encuentro libros significativos al respecto. Sin duda, uno de los textos que más me impactó al respecto es el de Franca Basaglia, Mujer, locura y sociedad, que por cierto leí cuando hice mi especialidad en estudios de la mujer en El Colegio de México, en 1991. La autora incide en que todas las fases de la historia femenina pasan por las modificaciones y las alteraciones de un cuerpo que la ancla sólidamente a la naturaleza y si la mujer es naturaleza, su historia es la de su cuerpo, pero de un cuerpo del cual no es dueña porque sólo existe como objeto para otros. La mujer, enfatiza Basaglia, puede definirse como un ser para los otros.

Cuando las mujeres no se comportan de acuerdo con su “naturaleza”, la depresión surge y muchas veces se va fortaleciendo a tal grado que otras enfermedades pueden surgir. Mientras las mujeres con posibilidades económicas pueden ir al psicólogo, a las mujeres pobres las mandan al manicomio.

¿Cómo puede reaccionar una mujer ante esta pauperización total, prisionera de una naturaleza que le es enemiga?

Imposibilitada de ser madre de sí misma, rodeada de vacío en un mundo hostil donde no encuentra lugar ni significado, la reacción es una depresión sin salida, resultado de la exasperante actitud pasiva, autodestructiva y dañina, supuestamente natural, que le ha sido impuesta como único modelo de supervivencia.

Ella advierte en su texto, que son muchas las mujeres deprimidas, gastadas, anuladas o inexistentes que viven dentro y fuera del manicomio, porque la depresión y el anulamiento son una situación en la cual no se dispone de instrumentos que ayuden a superar una crisis que ha durado toda la vida.

No importa que la reacción sea de tipo psicótico o maniaco-depresivo. Lo importante es que se trata siempre de un producto histórico-social, cuyo proceso y etapa deberíamos conocer antes que comprobar resultados.

La situación femenina, con su lastre de obstáculos y condiciones impuestas, es quizá lo que puede dar la idea más clara a propósito de ese sufrimiento llamado “enfermedad mental”.

Para Basaglia si la locura pudiera ser definida como carencia e imposibilidad de alternativas dentro de una situación que no ofrece salidas, en donde todo lo que hay está fijo y petrificado, la medida de cómo ha llegado a constituirse histórica y socialmente esta “locura” podrían darla tantas mujeres sin historia, obligadas a vivir como han vivido. Ante ello, califica como útil invertir los términos de la discusión y propone investigar la “locura” de las mujer enfocándola como un fenómeno explícita e históricamente determinado. “Propongo tratar de entender y no sólo interpretar, el fenómeno de la “locura” como un producto histórico-social”.

Otro libro muy significativo y que podemos relacionar con este tema es el de Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres, en el que uno de los cautiverios que nos muestra es el de las locas. Para ella, la categoría propuesta desde la antropología considera que cautiverio sintetiza el hecho cultural que define el estado de las mujeres en el mundo patriarcal: se concreta políticamente en la relación específica de las mujeres con el poder y se caracteriza por la privación de la libertad. Ante tal panorama, advierte que en un mundo donde priva la axiología del bien y del mal, las locas son las muy buenas y las muy malas, aquellas mujeres cuyo despliegue exagerado en la vida las llevó a los extremos de la sinrazón. Para las mujeres, son locas todas las otras – locura de la enemistad-, en tanto que para los hombres todas las mujeres son locas – locura de virilidad-. Entonces, “locas” para las mujeres y “locas” para los hombres, las locas constituyen el paradigma político de racionalidad, o sea la locura patriarcal. El nombre de la locura –precisa Lagarde- como enfermedad mental, es una clasificación, un diagnóstico y una etiología, incluye también, desde luego, una valoración negativa y actitudes tanto de rechazo como de conmiseración social.

De manera muy puntual describe la forma en que se ha tratado de “curar” esa locura, desde las pócimas y los tés, de las yerberas a las brujas, de las terapias al manicomio. Y señala:

 

Las instituciones deciden qué mujeres están locas y cuáles requieren ser apartadas, alejadas, guardadas, recluidas y ¿curadas? El poder decide qué mujeres se quedan afuera y cuáles deben ser encerradas

 

Pero, quiénes son las mujeres calificadas como locas, Marcela Lagarde enumera con mucha solidaridad los perfiles de cada una de ellas:

 

Son las suicidas, las santas, las histéricas, las solteronas, las brujas y las embrujadas, las monjas, las exaltadas y las iluminadas, las malas madres, las madrastras, las filicidas, las putas, las castas, las lesbianas, las menopáusicas, las estériles, las abandonadas, las políticas, las sabias, las artistas, las intelectuales, las mujeres solas, las feministas…

 

Sin embargo, las que llegan al manicomio, las fases de su encierro marcan todo para la mujer definida como loca: El paso del mundo, un espacio exterior, valorado como de libertad, de la salud, del bien –generalmente privado y doméstico, la casa-, a un mundo cerrado, el hospital –asilo, manicomio. Granja, centro-, espacio del cautiverio, de la enfermedad, del mal y de la espera y la esperanza en la curación.
El caso de una legalidad general (democrática) a una legalidad particular; de un mundo de los derechos, al mundo del poder total sobre el cuerpo, sobre la voluntad, sobre la subjetividad que se rebela; con sus reglas, sin cómplices poderosos ni espacios jurídicos de defensa del débil; mundo de violencia ilimitada sobre la loca, sujeto de masa, víctima particular, aislada, vulnerable.

Y para cerrar este recorrido, el libro titulado Cálmese son sus nervios, tómese un tecito, de María Asunción Lara y Nelly Salgado de Snyder, describe las formas en que las mujeres mexicanas utilizan mecanismos de enfrentamiento caracterizados por la tolerancia y la inacción. Ante sus trastornos depresivos, su forma de manifestarlos en a través de la angustia y una mala alimentación. Pero, no acuden a pedir ayuda, por las siguientes razones:

 

  • Por vergüenza de hablar de sus problemas personales
  • Por no saber a dónde ir
  • Por no contar con alguien que cuide a sus hijos mientras van a consulta
  • Pensar que el tratamiento pude ser costoso

 

Las autoras consideran que para hablar de los efectos en la salud mental de las mujeres es necesario recurrir al término propuesto por la psicóloga y feminista, Mabel Burin: MALESTAR. Éste puede incluir manifestaciones clínicas pero rebasa el discurso médico que torna la experiencia de sufrimiento femenino, en una patología individual sin considerarlo también un hecho social, producto de leyes culturales que imponen condiciones de vidas opresivas a las mujeres y que también hace referencia a este malestar de las mujeres.

De manera similar a lo que ocurre en muchos países, en México, la atención a los trastornos mentales es muy limitada y, en este caso, las mujeres cuentan con pocas opciones de atención. Entre ellas, las de menores recursos económicos son quienes menos acceso tienen a los servicios de salud mental. Para la mayoría de mujeres, tengan seguridad social o no, son desconocidas las instituciones o los trámites para contactar un especialista en caso de problemas emocionales. Tampoco conocen organizaciones no gubernamentales de ayuda para las mujeres.

Destaca y preocupa la tesis de su investigación, ya que ellas dicen que respecto a las instituciones públicas hay distintos puntos de vista en cuanto a la eficiencia de sus servicios hacia las mujeres que se los solicitan, dependiendo de sus experiencias. Es así como denuncian que esta población femenina se queja de malos modos, lo que las lleva a sentirse deprimidas y sin valor. También se quejan de demoras para obtener una cita, con resultados no siempre positivos: “para al final salir con que son nervios; es cuestión de que se controle. Váyase, tómese un tesito…”.

La salud mental de las mujeres es un tema que debe estudiarse más y atenderse mejor, estas obras lo denuncian con precisión. Por ello, este poema de Giaconda Belli, nos llega al alma:

 

¿Cómo será, me pregunto,
no sentir incesantemente
que uno debería ocupar varios espacios al mismo tiempo?
Las mujeres tenazmente sentimos
que le estamos robando tiempo a alguien.
Que quizás en ese preciso instante se nos requiere
y no se cuenta con nosotras.
Precisamos todo un entrenamiento
para no borrarnos, minimizarnos, constantemente.
¡Ah! ¡Mujeres, compañeras mías!
¿Cuándo nos convenceremos
de que fue sabio el gesto
de extenderle a Adán
la manzana?

Día del Psicólogofeminismolocuramalestarmujerespsicologíatrastorno

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Sobre El Autor

Elvira Hernández Carballido
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