Sentada al fondo del espacio, volteaba levemente de vez en vez a la espera de que el tiempo se congele justo cuando, por fin, nuestras miradas se encuentren en medio de la multitud, del ruido y disturbio con el que los actores invaden y llenan los espacios; de tanta incomodad, de la proxémica forzada; de tanta lejanía, sentados de un extremo a otro; de tanto desconocimiento de ambos y de tanta maravilla del evento nulamente planeado. Mientras el movimiento continúa, yo la observo, contemplo, admiro y luego me detengo; me pregunto: ¿Eres tú, pequeña ángel perla y dorada, quién viene a ser mi luz guía, a desvanecer las tinieblas de la incertidumbre, con tan sólo mirarme a los ojos para clavarse en ellos, emprender un viaje a través de y llegar a su profunda opacidad, sólo para encender de nuevo su luz? Una pequeña llama que desate el incendio y haga arder cada membrana marchita para entonces comenzar a sembrar un poco de ternura, rociarla de dulzura, dotarla de vida, una y otra vez… Poco a poco cambia el color de la llama: de negra y brumosa a roja, amarilla, luego azul, luego verde y continuando así hasta que todos los colores estallen en sí. Dejaron vislumbrar un destello blanco, blanco y dorado; tan apantallante, tan inmensurable, que abruma, que ciega y ensordece los sentidos… pero despierta, levanta. Así que: ¿Eres tú pequeña ángel perla y dorada…? Llévame contigo ternura andando, o de menos permíteme encontrar tus pasos, rastrear tu sombra, despedirme por tu nombre, conocer tu destino; que añoro un día coincida con el mío. Nada sucede, nada pasa. Así que adiós. Pongo en marcha la divergencia de mí camino. Mis pies, se colocan sobre el suelo y me despido con la última de tus miradas, aquella que expande vacíos de tiempo en mis ojos, que capturan con tanta obstinación tu destello perla, perla y dorado, aquella mirada que me despide, que se aleja murmurando: Nos vemos pronto… Eres tú, pequeña ángel perla y dorada, eres tú. Hacer Comentario Cancelar RespuestaHaz login para poder hacer un comentario